martes, 20 de septiembre de 2011

OPINIÓN DE ENRIQUE DANS

Ángeles González-Sinde: historia de un tremendo error
Conviene repasar, para los archivos, el breve paso por la política de Ángeles González-Sinde, un lapso de poco más de dos años y medio (increíble lo inmensamente largo que se ha hecho) del que dice sentirse “contenta y orgullosa de haber servido a mi país”. Son esas cosas que la biografía oficial no dice. Examinemos, a la luz de las hemerotecas y de las reacciones generadas, las impresionantes “hazañas” de la ministra:




20-09-2011 - La ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, utilizó la tarima del Festival de Cine de San Sebastián para anunciar su decisión de abandonar la política. Es, como muy adecuadamente decía David Bravo, ver como “tiran de una patada un lastre desde un globo; y el lastre, mientras cae, asegura gritando “¡Es que he decidido abandonar el globooooo!”.

Conviene repasar, para los archivos, el breve paso por la política de Ángeles González-Sinde, un lapso de poco más de dos años y medio (increíble lo inmensamente largo que se ha hecho) del que dice sentirse “contenta y orgullosa de haber servido a mi país”. Son esas cosas que la biografía oficial no dice. Examinemos, a la luz de las hemerotecas y de las reacciones generadas, las impresionantes “hazañas” de la ministra:





El precedente del nombramiento de Ángeles González-Sinde como ministra de Cultura, que explica la gran mayoría de las reacciones que generó su nombramiento, hay que buscarlo en su discurso ante la Academia del Cine en la entrega de los Premios Goya del año 2009: un discurso completamente carente de autocrítica en el que culpaba a la red y a los usuarios de todos los supuestos problemas del cine español. Previamente, González-Sinde había acreditado claramente su pensamiento con respecto a la red y al progreso tecnológico mediante declaraciones intelectualmente tan relevantes como “¿Para qué necesitamos ADSL a no sé cuántos gigas?“.



Su llegada al gobierno formó parte de la el presidente justificaba para “vencer la crisis” y “preparar la recuperación”. El nombramiento generó reacciones inmediatas de alarma en toda la red: mi reacción personal ante la noticia fue este primer tweet nada más enterarme, y esta entrada pocas horas después: “Una pesadilla: Angeles González-Sinde, ministra de cultura“. Poco me imaginaba entonces hasta qué punto iba a ser así.



Sin embargo, había quien la consideraba “un nombramiento excelente“. Visto lo que vino después, parece natural.



El nombramiento provoca, de manera prácticamente inmediata, una de las primeras “twittercrisis” de nuestro país: al tiempo que los timelines se saturan con comentarios sobre la ministra, se crea un grupo en Facebook que supera en pocos días los treinta mil miembros. Medios de toda tendencia recogía la noticia: El Mundo, Libertad Digital, El País, El Confidencial, Informativos Telecinco, 20Minutos, 233Grados, ABC, Europa Press, RTVE, Periodista Digital, La Vanguardia y muchos más. La Asociación de Internautas califica la elección de González Sinde como “una provocación de Zapatero contra Internet“.


La ministra es denunciada por las evidentes incompatibilidades que planteaba su nombramiento: “intereses personales y familiares directos con todo lo relacionado con la industria del cine y la gestión de los derechos de autor“. A pesar de las clarísimas circunstancias que demostraban que la ministra era un movimiento de una parte de la industria para autoconcederse más ayudas y obtener una legislación más satisfactoria, la Oficina de Conflictos de Intereses, un órgano dependiente del propio gobierno que demuestra la ausencia de una verdadera separación de poderes en nuestro país, tras un breve simulacro, decide archivar la denuncia, que prosigue en la Audiencia Nacional.


La verdadera motivación del nombramiento de la ministra aparece con la orden que regula el desarrollo de la Ley del Cine. El movimiento “Cineastas contra la orden” acusa a la ministra de atentar contra la diversidad cultural y, sobre todo, de fomentar las prácticas monopolísticas y beneficiar únicamente a los grandes y a aquellos empresarios que “pretenden exclusivamente obtener rentabilidad económica”.


Como prueba clara de este desencuentro, surge la crisis de las ayudas en Bruselas: la Comisión Europea decide bloquear las ayudas al cine español. Dada la decisión precipitada y temeraria del Ministerio de Cultura de haber publicado en el BOE una Orden Ministerial sin contar antes con el visto bueno de Bruselas, el bloqueo supone la derogación automática de la normativa anterior, y da lugar a una congelación temporal de las ayudas.


Ley Sinde: sin duda la más nefasta contribución de la ministra a nuestro país, a la cultura y a su propia reputación es la ley que lleva su nombre, y de la que la ministra afirma estar orgullosa. El 1 de diciembre de 2009, se conocen los detalles de cómo, aprovechando la tramitación de un anteproyecto de ley denominado “de economía sostenible”, el lobby de la propiedad intelectual cuela de rondón una serie de medidas completamente injustificadas en las que consagra un auténtico golpe de estado digital: la posibilidad de cerrar páginas de Internet con la excusa de los derechos de autor.


Al día siguiente es publicado el Manifiesto “En defensa de los derechos fundamentales en internet”, que en pocas horas es republicado de manera absolutamente contagiosa en toda la red y provoca reacciones por parte de varios ministros y del mismo presidente del gobierno. Para intentar parar la crisis de comunicación, la ministra convoca apresuradamente esa misma noche una reunión con un grupo de usuarios de la red escogidos entre algunos de los autores del manifiesto, reunión en la que se limita a aparecer brevemente y en la que afirma querer “explicar a los internautas lo que no habían entendido”.


La Comisión Nacional de la Competencia emite un informe sobre la situación de las entidades de gestión en nuestro país, en el que afirma que estas entidades (SGAE, DAMA, CEDRO, VEGAP, AGEDI, EGEDA, AIE y AISGE) realizan su actividad desde una evidente posición monopolística, lo que reduce sus incentivos a operar de manera eficiente y provoca la aparición de mercados ineficientes, conflictos de intereses y numerosos problemas de todo tipo (ver noticia enEl País, El Mundo, Público, ABC, El Economista…) La respuesta de la ministra fue, en contra del riguroso informe, defender a las entidades de gestión y archivar el informe en un cajón.


La ministra fulmina a su apuesta personal, Ignasi Guardans, como director general de cine, y lo sustituye por Carlos Cuadros, procedente del mundo de las entidades de gestión.


La justicia europea rechaza la aplicación del canon por discriminatorio. La ministra defiende el mecanismo y afirma que “buscará alternativas” para seguir haciendo lo mismo. En general, la ministra ha dejado muy claro que no estaba dispuesta a que los reveses judiciales alterasen sus planes.


El escándalo de los cables de Wikileaks sirvió para que viésemos hasta qué punto la actuación de la ministra y de los lobbies de la propiedad intelectual respondían a inaceptables presiones de la industria cultural norteamericana, y pusieron en evidencia una fortísima campaña de difamación de la imagen de nuestro país por parte de las entidades de gestión.


La esperpéntica tramitación de la ley Sinde y el desprecio a la opinión de algunas de las personas más conciliadoras de la industria dan lugar a la dimisión de Alex de la Iglesia como Presidente de la Academia de Cine. La entrada de Ángeles González-Sinde en la Gala de los Goya de 2011 y el subsiguiente discurso de Alex de la Iglesia se convirtieron en un reflejo del enorme desencuentro entre la industria y la sociedad española, mientras la ministra mantenía su “estrategia del miedo” y sus fantasmas. Y lo peor es que alguno de los protagonistas del vergonzoso episodio de aprobación de la ley Sinde podría ser el sucesor de González-Sinde en el ministerio de Cultura.



En mayo de 2011, una serie de manifestaciones originadas en parte en los grupos que protestaban contra la ministra y en el activismo en contra de su ley dan lugar al movimiento 15M.



La crisis de la SGAE, sus elecciones fraudulentas y el enorme entramado de corrupción desvelado a partir de las investigaciones del juez Pablo Ruz ponen en evidencia la triste realidad del lobby de la propiedad intelectual en nuestro país, encabezado y defendido por Ángeles González-Sinde. ¿Su primera reacción ante la noticia de la intervención? Pedir “respeto para Bautista“.



Y finalmente, una ley Sinde convertida en “gran marrón”, aprobada pero sin reglamento, posiblemente inconstitucional, y con evidencias palmarias de que no sirve para nada.




Como pequeño mapa de ruta para saber lo que la ministra hizo, no está nada mal, y eso que faltan muchas, muchas cosas, que se podrían vincular muchas, muchas más noticias (y que os agradeceré que lo hagáis en los comentarios). Podríamos también seguir con lo que la ministra NO hizo: NO reformó una ley de propiedad intelectual anclada en el pasado, NO se preocupó lo más mínimo de toda aquella cultura que no fuese cine, NO fue capaz de aproximar al mundo de la cultura hacia la realidad de la red, NO llegó jamás a superar el cuatro en la encuesta de valoración del CIS, y NO fue capaz de contactar con una ciudadanía que siempre la vio como lo que era: una enviada de lo más rancio de la industria del cine para defender una serie de prebendas y repartirse más dinero.

González-Sinde terminará pasando a la historia como uno de los episodios más tristes de una política corrupta, de hasta qué punto los lobbies llegaron a controlar el poder en España. Como una demostración del tipo de cosas que tenemos que cambiar, que no deberían volver a suceder, que como ciudadanos tenemos la obligación de impedir que ocurran. Desde el principio, hasta el final: todo un tremendo error.

REPRODUCIDO DEL BLOG DE ENRIQUE DANS

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